domingo, 7 de septiembre de 2014

Consejo Nº7 (¡Callate y Baila conmigo!)

Consejo Nº7: Respeta tu cuerpo en todo momento


FERNANDA


Habían pasado más de dos meses desde que había comenzado con las clases de baile con Alex. Todos los días antes de ir al colegio hacía una serie de ejercicios de estiramientos y después de salir del colegio Alex y yo íbamos a mi casa en donde bailábamos o en mi caso, intentaba bailar por unas solidas 2 horas, con recesos para comer, claro. Los fines de semanas también me levantaba temprano para trotar con Alex. Se había convertido en nuestra rutina y ya me había acostumbrado a ello, a nuestras conversaciones mientras ambos estábamos tendidos en el pasto verde de la plaza con la sombra de los arboles haciendo sombras sobre nuestros rostros.


Pero Alex insistió en que, aunque practicar mucho era importante para bailar mejor, no se debía caer en el exceso y que mi cuerpo necesitaba un poco de descanso.

Así que dejamos este fin de semana para relajarnos. Mi papá sugirió que ya que no íbamos a hacer nada, bien podríamos salir a algún lugar para pasar el fin de semana. Miguel no quiso salir porque según él tenía que estudiar mucho para un examen. Sé que papá le creyó, pero yo no estaba tan segura. Probablemente se quedaría para hacer una fiesta en casa o algo por el estilo.

Y ya que él no iba, papá me dijo que podía llevar a Verónica y Alex con nosotros. Eso me puso muy feliz y de inmediato llame a Alex, ya que él era el primero en mi lista de contactos y aceptó con mucho gusto. Incluso creí haber oído un tono de alivio en su voz. No sé, supongo que lo imaginé.

Cuando llamé a Vero, ya me estaba imaginando lo genial que sería estar juntos los tres para disfrutar de un fin de semana en la playa. Casi podía escuchar los sonidos de las olas y sentir la brisa del mal. Pero su papá la había castigado este fin de semana por que había visto sus últimas notas y le había dado el sermón de que el estudio era lo único que ella tenía que hacer. El siempre le decía lo mismo cuando le iba mal en el colegio y ya era una especie de chiste entre nosotras. Estaba triste por no poder ir con nosotros y estuve a punto de decirle a mi papá que canceláramos la salida, pero el también había estado trabajando demasiado este último tiempo y necesitaba un poco de descanso, así que solo nos alistamos y llevé mi traje de baño blanco aunque no estaba tan segura de que lo utilizaría.

Pasamos a buscar a Alex a su casa y me reí cuando Tomas corrió hacia donde estaba parada al lado del auto de papá y me dio un gran abrazo. Me encantaba la familia de Alex, era muy grande y agradable. Siempre había querido tener una familia numerosa y estar cerca de ellos me hacía sentir feliz. Su mamá también me saludó animadamente y me dijo que cuidáramos a su bebé. La cara de Alex se descompuso de la mortificación y sus mejillas se volvieron un poco rosa. No creo que haya visto a un chico sonrojándose antes y no pude evitar reírme cuando su mamá me guiñó un ojo sabiendo que había molestado a Alex.

Papá había rentado una pequeña cabaña y era totalmente perfecta para nosotros tres. Dejé mis cosas en la que iba a ser mi habitación y de inmediato tomé mi toalla, mi protector solar y mi libro que no había podido leer desde que lo había comprado y salí de la cabaña. Papá se quedó arreglando sus cosas y Alex me siguió con su propia toalla alrededor de su cuello.

Una vez que llegamos a un lugar ideal para dejar nuestras toallas, Alex me ayudó a tirar la mía en la arena y luego lo ayudé a poner la suya. Nos sentamos un momento en silencio mientras ambos contemplábamos el movimiento de las olas y el hermoso cielo azul.

– ¿Quieres ir bañarte?  — Me preguntó después de un tiempo — Yo puedo cuidar tus cosas.

— No lo sé. Tal vez más tarde.

— Vayan ahora, yo me quedare aquí de todos modos.

La voz de mi papá me sorprendió y giré mi cabeza en su dirección. Se había cambiado a unos pantalones cortos y una polera blanca con una frase en ingles en ella. No sabía si quería ir al agua, honestamente me daba un poco de vergüenza que todos me fueran a ver casi desnuda. Sabía que en realidad no estaba desnuda, pero yo me sentía así. Estaba pensando en decirle a Alex que podía ir solo por mientras cuando el tiró de mi mano haciendo que me levantara de la arena y me arrastrara un poco fuera de donde estaba mi papá.

Me resistí un poco y Alex se dio cuenta de que algo estaba mal, se detuvo con su mano aun en la mía y me miró.

— Nadie te verá. Lo juro. Puedes confiar en mi ¿recuerdas?

¿Cómo podría decirle que no a esa mirada? Suspiré profundamente y quité mi vestido por mi cabeza y lo dejé justo al lado de mi toalla tendida en la arena. Alex se quitó su polera azul que llevaba y solo se quedó en su traje de baño azul con blanco. Creo que combinábamos un poco.

Me reí y él me dio una mirada curiosa justo antes de tomar de nuevo mi mano y arrastrarme hasta el agua.

Me estremecí cuando mis pies tocaron el agua fría de la orilla. Estaba terriblemente helada. Quise correr, pero como siempre Alex se dio cuenta incluso antes de que pudiera hacer algo y me rodeó con sus brazos levantándome unos momentos de la orilla.

Grité y reí a la vez cuando él me dejó más cerca del agua y esta vez la ola fue mucho más fuerte haciendo que el agua me llegara justo por encima de mis rodillas.

— ¡Esta helada! – Grité intentando que Alex me soltara. Él quitó sus brazos, pero justo cuando estaba a punto de correr en la dirección contraria, el agua helada chocó contra mi espalda y me di la vuelta para ver a Alex medio agachado en el agua con las manos abajo, me dio una mirada llena de maldad y luego comenzó a salpicarme tanta agua como pudo. Le grité tan fuerte como pude que se detuviera, pero no lo hizo y después de un rato mi cuerpo estaba congelado y ya no me importó. Me di la vuelta y arremetí contra el agachándome y salpicándole tanta agua como pude. Pronto los dos estamos luchando uno contra el otro y ya casi no podía ver.

— ¡Está bien, está bien, me rindo! – gritó Alex haciéndome reír y me detuve dándome cuenta de que estaba completamente empapada de los pies a la cabeza. Miré a Alex y el no se veía mucho mejor. Su cabello castaño claro se pegaba a su frente y el agua goteaba de él. Nos miramos por unos segundos y luego ambos estallamos en carcajadas.

— No sabes lo gracioso que te ves.

Se acercó a mí y levantó su mano para quitar un mechón mojado de mi cabello y lo colocó detrás de mi oreja.

— ¿Yo me veo gracioso? Deberías verte a ti.

Sonreí hacia él sintiéndome infinitamente feliz y menos tímida. Mi mirada cayó sobre un pequeño puesto de conos de helado y entonces chillé y corrí hacia el sin siquiera detenerme a pensarlo antes.

Una vez que llegué me moví hasta un lugar en donde había sombra porque mis pies se estaban quemando con la arena caliente y Alex llegó detrás de mí riéndose de mi expresión de dolor. Se acercó al caballero que estaba vendiendo y le pasó un billete.

— Uno de frutilla con vainilla y otro de chocolate por favor.

Una extraña sensación reptó por mi pecho cuando me di cuenta de que había recordado cual era mi sabor favorito de helado. Ni siquiera Miguel lo sabía y él vivía conmigo.

Alex me tendió el helado con una sonrisa y no pude evitar la gran sonrisa tonta que le di en cambio.







ALEX



Me sentí tan aliviado cuando Fernanda me llamó para invitarme a pasar el fin de semana en la playa que no pude evitar bailar en el medio de la sala como Michael Jackson haciendo que mi mamá se riera de mi entusiasmo. Tomas había invitado a sus amigos a jugar con él y si ese no era el infierno en la tierra entonces no sabía lo que era. Mi cabeza ya estaba comenzando a palpitar e intentaba pensar en alguna solución que me tuviera fuera de casa por el mayor tiempo posible cuando la alegre voz de Fernanda sonó a través de mi celular, y solo así el dolor de cabeza se esfumó.

 El papá de Fernanda estaba nadando en el mar y ya casi solo podía ver su cabeza muy lejos de donde nosotros estábamos sentados. También me gustaba nadar tan lejos como pudiera cuando venía a la playa, pero estar al lado de Fernanda viéndola comer de su helado con sus ojos negros iluminándose justo como lo hacía cuando estaba realmente feliz era todo lo que quería estar haciendo en estos momentos.

De repente me di cuenta de una gota que resbalaba por su brazo y sentí una abrumadora urgencia de acercarme a ella y quitarla con mi pulgar, pero en su lugar me quede mirando esa gota fijamente mientras caía por su suave piel.

— ¿Te conté la vez cuando casi me ahogué en el mar?

Incapaz de articular una palabra solo negué con la cabeza y me obligué a sacar mis ojos de su piel para mirar a sus ojos que brillaban con alegría.

— Tenía 5 años y estaba celosa de mi hermano porque él podía ir al agua solo y mi papá no me dejaba ir también, así que un día cuando estaba sentada en la arena asiendo un castillo de arena, aproveche que mi papá no me veía para escabullirme, me metí al agua y caminé hasta que me llegaba hasta la cintura, me sentí inmensamente feliz, lo había hecho sola y nada me había pasado. Comencé a saltar las olas ya que no sabía nadar y pronto vino una demasiado grande como para saltarla y me tapó por completo. No recuerdo como, pero finalmente logré salir totalmente desorientada y camine por la arena hasta encontrar el lado en que estaba mi papá y me senté como si nada hubiera pasado.

Me quedé mirándola con el ceño fruncido — ¿Casi te ahogas?

Ella asintió hacia mi – Sip

— ¿Y nadie se dio cuenta?

— Nop, de hecho eres la primera persona a la que se lo cuento. Ni siquiera se lo había dicho a Verónica.

Solo me quede mirándola pensando en lo que me había dicho. No se lo había dicho a nadie hasta ahora. Ni siquiera a su mejor amiga y ahora me lo había dicho a mí. Además de lo de su madre, que era un asunto mucho más importante y serio. Ella había confiado en mí lo suficiente como para contarme algo que obviamente la hacia sufrir.

Sentí una sensación extraña en mi pecho y me senté más derecho.

Tal vez solo me había hecho mal el helado.

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