miércoles, 12 de noviembre de 2014

Consejo Nº8 (¡Callate y baila conmigo!)

¡Cállate y Baila Conmigo!Consejo Nº8: No te dejes agobiar por las dificultades y retos


FERNANDA

Odiaba con loca pasión los malditos exámenes de selección múltiple. Me costaba mucho decidirme por una opción. Todas eran demasiadas similares y cualquiera podía ser la correcta. Me exprimí el cerebro por una última respuesta y luego de mucho pensarlo, finalmente me decidí por una y la marqué con mi lápiz.

Le entregué el examen al profesor de historia y él me miró con cara de pocos amigos. Era la última en la sala dando el examen ¿y qué? Necesitaba más tiempo del normal para poder terminar este estúpido examen. El profesor o el corbatín como todos los alumnos lo llamaban ya que no importaba el día, él siempre llevaba un corbatín me indicó con la mano que saliera de la sala y solté el aire que no sabía que había estado reteniendo.

Me di cuenta en cuanto salí que casi todos los demás ya habían salido de sus salas y el patio estaba completamente lleno de personas, todas riendo y seguramente hablando de lo que habían hecho en el fin de semana.

Me tomó un tiempo ver alguna cara conocida y cuando al fin logré divisar a Verónica, sus ojos se abrieron y vino corriendo hacia mí.

— ¡¡¡Feña!!!

Se detuvo a tomar aire en cuanto estuvo lo suficientemente cerca antes de hablar.

— ¿Cómo te fue?

— No lo sé — Me encogí de hombros – Ya sabes que no soy muy buena para las pruebas con alternativas.

Hizo una mueca de desagrado – Si, realmente odie a corbatín y sus malditas pruebas de opción múltiple, por suerte solo me queda un semestre y luego seré feliz.

Hice una mueca – si, y yo me voy a quedar sola.

Me tomo la mano fuertemente entre las suyas – Claro que no, ya lo estas haciendo mucho mejor, ya no eres tan tímida como antes y además estoy segura de que Alex no va a dejarte sola – Hizo una pausa y dio vuelta la cabeza para mirar por el patio – Hablando sobre eso, ¿en dónde está?

Me encogí de hombros nuevamente y vi a Verónica fruncir el ceño. Alex siempre estaba con nosotras en los recesos e incluso me esperaba fuera de mi sala a veces, pero ahora no estaba por ninguna parte. 

La verdad era que no había hablado con él desde este fin de semana, y había estado muy callado en el auto de camino a casa. Habló más con mi papá más que nada y cuando yo intenté hablar con él, solo me respondió con palabras monosílabas y no quitó sus ojos de la ventana cuando lo hacía.

— Bueno, no quería dejarte sola pero tengo que ponerme de acuerdo con mi grupo de Ciencias para un proyecto.

Me abrazó fuertemente como siempre lo hacía y luego ya se había ido. Me quede parada esperando a que Alex apareciera, pero con cada minuto que pasaba y el no aparecía me ponía más y más ansiosa.

Alguien me toco el hombro y casi se me cae el alma a los pies.

— Lo siento, pero no me oíste cuando grité tu nombre.

Marco estaba parado detrás de mí y poco a poco me rodeo hasta quedar frente a mí.

— Oh, está bien. 

— ¿En que estabas pensando?

— ¿Qué quieres decir? – Lo miré con recelo.

Me sonrió – Solo que te veías un poco distraída.

— No estaba pensando en nada en particular.

No entendía porque pero estaba comenzando a desear que el receso acabara luego.

— Así que… estaba pensando que…

Tal vez Alex estaba enfermo, o tal vez le había pasado algo a alguno de sus hermanos… iba a mandarle un mensaje para preguntarle, pero cuando escarbé en mi bolso y lo saqué me di cuenta de que estaba completamente muerto. De acuerdo, bien, solo tenía que ir hasta su casa después de clases y…

— ¿Fernanda? ¿Me estas escuchando?

 Marco me sacudió el hombro y sacudí mi cabeza para disipar mis pensamientos– Si, si te estaba escuchando.

— ¿Entonces qué dices?

— ¿Ah?

Me sonrio al ver mi cara confusa – Se que es con poca antelación, pero pensé…

Pero, ¿qué pasaba si no estaba en casa? ¿Qué si estaba en el hospital o…

No, Alex me habría llamado si algo hubiera ocurrido. Solo tenía que pasar por las próximas dos clases y entonces todo estaría bien. Solo lo había visto ayer. Él tenía que estar bien. 

Enfoqué mí vista en Marco y tenía sus cejas hacia arriba como si estuviera esperando a que le dijera algo. Pero no tenía ni idea de que.

Abrí mi boca para decir algo y el timbre del término del receso sonó. Tenía historia así que no debía apresurarme tanto, pero… ¡Oh por dios! ¡Debía entregar un trabajo! ¡Un trabajo que debía estar en la mesa del profesor antes de que él llegara!

— Lo siento, debo irme – Le dije a Marco intentando no entrar en pánico mientras comenzaba a trotar hacia el otro lado del patio —  Tengo que entregar un trabajo.

— ¡Espera! – Lo escuché gritar y me di la vuelta pero seguí caminando hacia atrás para no perder tiempo – Aun no me has respondido, es un sí o es un no.

Ni idea de que hablaba, pero no podía retrasarme más– Si, si claro, como quieras.

Las siguientes horas se me hicieron eternas. Historia jamás me había parecido más tediosa y por más que intenté poner atención al final de la hora no tenía idea de lo que se había hablado en clases. Nuevamente busqué a Marco en el receso, pero nuevamente no pude encontrarlo. 

No sabía que pensar. Mis nervios me estaban matando. Y no mejoró cuando el profesor de geometría me llamó a la pizarra para solucionar un problema. Mi cara ardió mientras me levantaba de mi asiento y caminaba hasta la pizarra frente a todos. Por suerte solo tuve que hacer el único ejercicio que había conseguido terminar por lo que no pasé demasiada vergüenza.

Suspiré de alivio cuando el timbre final sonó y pude volver a ser invisible como siempre. Me escabullí de la sala mucho antes que los demás que siempre se quedaban conversando que iban a ser después de clases.

Casi corrí hasta la salida lo que me valió que tropezara y dejara caer mi bolso en la baldosa. Me agache para recogerla rápidamente dando una breve oración de agradecimiento porque nadie me hubiera visto y entonces corrí nuevamente hacia mi casa. 

Pude solo haber ido a casa de marco, pero recordé que Miguel había perdido sus llaves- otra vez- y yo era la única con llaves. Maldije la incapacidad de mi hermano para no perder cosas mientras el sudor trepaba por mi frente.

En tiempo record llegué hasta la entrada y comencé a buscar mis llaves.

- Por fin – Se quejó Miguel levantándose de las escaleras donde había estado sentado. Como había llegado antes que yo a casa cuando casi me había dado un infarto por correr tan rápido era una pregunta que dejaría para después.

Solo abrí con mis llaves y rápidamente dejé caer mi bolso en los sillones de la sala de estar. Tenía que ir a su casa antes de que ya no hubiera nadie. Sabía que su mamá se iba a trabajar después del almuerzo así que no había tiempo que perder. Aunque si Alex estaba enfermo, entonces tal vez no importaba.

Estaba a segundos de salir cuando recordé mi celular muerto y corrí por las escaleras para ir a buscar el cargador. Rápidamente lo conecté en el enchufe de la sala y salí de la casa encogiéndome cuando accidentalmente di un portazo a la puerta. 

Cruce la calle para ir a casa de Alex cuando una bocina comenzó a sonar. 

- ¡Feña!

Miré hacia los lados confundida y entonces vi el auto plomo de mi papá. Me acerqué a su ventana y arrugué mi frente. Se suponía que debería estar trabajando.

- ¿Qué estas haciendo fuera? – Preguntó mi papá antes de que yo pudiera articular alguna palabra – Súbete, justo iba a ir a comprar la pintura para tu cuarto.

- ¿Ahora? ¿No podemos ir después?

– Me hice un tiempo libre para poder ir, no sé cuándo podré hacerlo otra vez.

- No se papá, iba a ir a ver a Alex y…

Se estiró por el asiento del copiloto y desbloqueo la puerta - No vamos a tardar. Puedes ir a ver a verlo cuando lleguemos.

Dudé unos segundos, luego suspiré y le di la vuelta al auto para subirme. Mi papá tenía razón. Sabía que color quería y en cuanto lo viera lo reconocería. Estaba segura de que no nos demoraríamos más de media hora.

Media hora y cuatro horas más tarde aun estábamos en la tienda. 

Yo había tenido razón, en cuanto vi el purpura claro que quería para mi habitación lo reconocí de inmediato. Pero no contaba con que papá se pondría a preguntarle al que trabaja allí que clase de pintura era mejor, cual duraba mas, si era lavable o no… y muchas otras cosas que apenas entendí. Luego cuando al fin había encontrado el tipo de pintura que quería y yo había pensando – ilusamente – que ya habíamos terminado y podíamos irnos mi papá se entusiasmó y comenzó a preguntar sobre el tipo de pintura para cada centímetro cuadrado de la casa.

Mi cabeza estaba comenzando a palpitar. Me gustaba ir a comprar los víveres con papá, pero esto era diferente y no me gustó para nada.

Cuando por fin pagamos por todo y nos subimos al auto no pude evitar lanzar un suspiro de alivio.

Papá me dejo en la entrada de la casa de Alex y se fue para poder descargar los tarros de pinturas del auto.

Estaba repentinamente nerviosa cuando toque en su puerta y tuve que limpiarme las palmas de las manos en mi falda para secarlas.

No sé cuánto tiempo esperé a que alguien saliera, pero cuando se hizo obvio de que nadie iba a hacerlo aspiré una bocanada de aire y me alejé de la puerta intentando mirar por las ventanas en busca de algún movimiento. Pero no hubo ninguno.

Caminé por la vereda mirando hacia atrás una última vez antes de volver a casa.

Mi papá me dijo que no me preocupara que tal vez habia ido todos a alguna parte y Alex había olvidado llevar su celular cuando me vio sentada en el sillón mordiendo mi mejilla y mirando hacia la pantalla de mi celular por si me devolvía alguna llamada.

 Solo asentí hacia él – Si, seguro solo es eso.

Pero sabía que no lo era. Papá no entendía que ahora ningún adolescente normal podía estar sin su celular y mucho menos olvidar llevarlo a alguna parte.

Pero lo dejé pasar y cuando se hizo de noche dormí con el celular a mi lado por si acaso.

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