No sé cuánto tiempo permanecí allí, con mi corazón latiendo con fuerza, la imagen marcada a fuego en mi cerebro. Me eché un poco de agua en la cara y cuando por fin tuve las fuerzas suficientes para salir me di cuenta de que ya no quedaba nadie en el patio.
Por primera vez en mucho tiempo llegué tarde a una clase. Y sorprendentemente mis mejillas no se sonrojaron de mil tonos de rosa cuando todos se me quedaron mirando mientras entraba en la sala.
El profesor de matemáticas se me quedó viendo como si no estuviera seguro de que decirme, como si no supiera cómo tratar conmigo.
— Perdón – Dije alto y claro mientras pasaba de él y me iba a sentar en el único asiento que estaba disponible.
Hubo un silencio único en la habitación por unos segundos hasta que el profesor pudo retomar la clase en donde la había dejado.
Cuando el timbre sonó caminé casi robóticamente fuera de la sala y seguí así hasta el final de las clases.
Me encontré con Marco como lo habíamos estado haciendo desde el comienzo de esta semana y nos dirigimos a la sala para poder ensayar.
— Creo que deberíamos mover nuestros brazos en esta parte.
Marco se alejó un poco para poder observarme, así que me dispuse a mostrarle. Habíamos decidido bailar salsa y al principio tuve mis dudas, pero después de unos días me di cuenta de que en realidad se me daba bien el ritmo de este tipo de música.
Marco sonrió una vez que le mostré lo que había pensado y se rascó la mandíbula – Tienes razón, creo que encajaría mucho mejor en la rutina.
Puso otra la vez la música con su mp4 y empezamos a hacer la coreografía desde el principio.
Sus manos eran fuertes mientras me sostenían, sus ojos no se apartaban de los míos mientras girábamos y movíamos los pies al ritmo de la música, pero yo estaba en cualquier parte menos allí con él.
Seguimos haciendo la rutina, perfeccionando algunas cosas hasta que sentí que habíamos bailado por siempre. Cuando por fin terminamos me acerqué a donde había dejado mis cosas y las recogí, Marco se me acercó mientras ponía mi bolso deportivo en mi hombro y puso su mano allí — Voy a ir a cambiarme para que podamos irnos.
— Está bien, voy a ir a casa de una amiga.
Era mentira, pero él no tenía que saberlo. Solo quería estar sola en estos momentos.
— De acuerdo, entonces nos vemos el lunes.
Asentí y caminé rápidamente atravesando la sala, entonces lamentablemente mi pie dio con algo en el suelo y el mundo se inclinó mientras me tropezaba.
No alcancé a caer totalmente al suelo porque unas fuertes manos agarraron mis brazos deteniendo mi caída. El rostro de Alex apareció frente a mí, su frente arrugada con preocupación — ¿Estas bien?
Lo miré, mi piel hormigueaba por donde él me estaba tocando y me sentí tan extraña sintiendo cosas que jamás había sentido antes. ¿Él estaba preocupado? ¿Ahora, cuando en toda la semana ni siquiera se había acercado para hablar?
— Estoy bien – Me enderecé y sus brazos cayeron a mi lado.
— ¿Bailaste con… todas esas personas mirando?
Sus ojos me miraron sorprendido, luego viajaron por mi cara esperando mi respuesta y solo me encogí de hombros.
Marco había dejado la puerta entreabierta cuando habíamos entrado y la verdad es que no fui muy consciente de las personas curiosas que habían empezado a llegar hasta casi el final de nuestro ensayo.
Supongo que si hubiera estado más al pendiente no hubiera podido ser capaz de bailar en lo absoluto – No eran tantas personas.
— No, no lo eran – Sus palabras sonaron suaves. Me obligué a alejarme de su lado y empecé a caminar hacia la puerta sin mirar hacia atrás.
***
Estaba desparramada en el sillón — Una vez más — Acostada sobre mi estomago mientras cambiaba rápidamente de canal. Era increíble que hubiera más de 100 canales y nada remotamente bueno que ver.
Suspiré con fastidio. No había nadie en casa. Papá estaba en el trabajo y Miguel quien sabe dónde. Estaba acostumbrada a estar sola, pero de alguna manera la casa se sentía sombríamente silenciosa y terriblemente grande solo conmigo dentro.
De repente vislumbré unos pantalones blancos frente a mí tapando la visión de la televisión. Ni siquiera me sobresalté.
— ¿No me oíste entrar?
Sacudí la cabeza y Vero se arrodilló hasta estar a la altura de mi vista. Había dejado la puerta sin llave porque no quería levantarme para abrirle la puerta a Miguel.
Me inspeccionó con su mirada patentada y luego miro alrededor de la casa.
— ¿En dónde está Alex?
Me encogí de hombros — ¿Con su novia?
— ¿Con su novia? Pero creí que le gustaban los chicos.
— No, te dije que eso no era cierto — Dije sentándome — Hoy lo vi con una chica en el receso.
Sentí los ojos de Verónica revolotear por mi rostro y me estiré para tomar el control para cambiar nuevamente de canal. Estaban dando Juego de Gemelas en la televisión y estaba en aquella parte donde la madrastra casi se traga una lagartija. No importaba cuantas veces viera esa película, siempre terminaba riéndome en esa parte. Ahora la miré fijamente preguntándome porque ni siquiera me había hecho esbozar una sonrisa.
— De acueeeeeeerdo — Verónica se sentó en la mesa de centro y me miró — Así que por eso estás triste.
— No estoy triste.
Estrechó sus ojos en mí y luego se paró de un salto — Bien, entonces voy a ir buscar algo de helado ¿Cuánto quieres? — Dijo yendo hacia la cocina.
— No tengo ganas de comer helado.
Se detuvo abruptamente en medio del pasillo y se dio la vuelta lentamente. Sus ojos amplios como platos.
— ¿Qué fue lo que dijiste?
— ¿Cuándo?
— Hace unos segundos.
— Dije cuando.
Ella rodó sus ojos y caminó hasta sentarse nuevamente en la mesa de centro. Me miró y puso una mano en mi frente — No estas afiebrada.
— No estoy enferma — Sacudí la cabeza y ella dejó caer su mano.
— Seria la única razón por la que no querrías comer helado — Dijo y luego se detuvo — Espera, solo son las 4. Si estás enojada con Alex porque se fue antes de que terminaran sus clases solo para estar con una chica entonces va a tener que escucharme.
— Podría ser, salvo que ya no estoy tomando clases con él.
— ¿Qué? ¿Por qué?
— Marco me pidió ser su pareja para el concurso de baile y…
Levantó sus manos frenándome — Whoa, espera. Retrocede — Me miró y parpadeo varias veces— ¿Vas a bailar con Marco?
Asentí.
— ¿Y porque estoy enterándome de esto ahora?
Me encogí de hombros — Lo olvidé.
Ella ni siquiera pestañó — Lo olvidaste — susurró.
Solo la miré.
— ¿Olvidaste decirme algo que habías estado queriendo desde que Marco te dijo que le gustabas?
No dije nada, ella ya lo sabía.
Se sentó allí, mirándome por tanto tiempo que pensé que se había quedado petrificada.
Me levanté del sillón cuando no pude soportar más — Deja de mirarme así, me estas poniendo nerviosa.
Se levantó también y se paró frente a mi — Te gusta — Me acusó. Sus ojos ni siquiera pestañaron.
— Si – Dije confundida — Ya sabias eso.
— No — Su rostro adquirió esa expresión seria que solía usar conmigo cuando quería convencerme de algo — Alex. Alex te gusta.
Me reí — Eso es tonto, no pueden gustarme dos personas a la vez.
Negó con la cabeza — Voy a decir esto por última vez y espero que esta vez si me escuches. Marco jamás te gustó.
Abrí la boca para discutir, pero me hizo callar con su mano.
—Solo te gustaba la idea de él. Estoy bastante segura de que ahora empiezas a notar lo molesto que es — Ondeo una mano — Como no puede dejar de hablar sobre él, creo que podría estar enamorado de sí mismo — Se estremeció y luego continuó — De todas formas, lo que intento decir, es que conoces a Alex, has pasado tiempo suficiente con él como para que te guste de verdad.
Solo la miré. No podía creer lo que estaba diciendo. Yo no podía… quiero decir… ¿Cómo podía gustarme alguien sin saberlo?
Sacudí mi cabeza— Eso es una locura. Solo me gusta pasar tiempo con él…
Y salir a trotar juntos – Pensé — Comer helados y hacer bromas, las conversaciones que teníamos… Me gustaba hablar con él, me gustaba escucharlo, mirarlo, echaba de menos lo fácil que era estar con él, solo… estar con él.
Oh por dios, ¿Cómo me metí en esto?
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