domingo, 24 de agosto de 2014

Consejo Nº6 (¡Callate y Baila Conmigo!)

Consejo Nº6 No te juzgues ni te compares con otras personas.



ALEX



Pasé la mayoría de los días en casa de Fernanda después del día en que vimos películas. Aunque algunas veces todavía ensayamos un rato en el colegio movimos las clases desde el colegio hasta su casa. Me gustaba su casa, era silenciosa y su papá nos había dado permiso para ensayar, por lo que dejaría de hacerle pensar al director que estaba ensayando por mi cuenta para el concurso de danza para colegios que iba a ser en unas semanas. Se suponía que teníamos que elegir una pareja para presentarnos, pero en el grupo de baile éramos más chicos que chicas, así que supuse que le dejaría mi lugar a alguien que haya estado mucho más tiempo que yo y tal vez lo intentaría el próximo año o algo así.

Habían pasado más de tres semanas desde que Fernanda había empezado con las clases y cada día lo hacía mejor, era como si ahora pusiera todo de ella cuando bailaba. No solo su cuerpo, sino también su mente y corazón.

Habíamos ido a comer unas hamburguesas después del colegio junto con su amiga y su novio. había sido muy divertido e interesante ver una parte de Fernanda que nunca había visto, estaba claro de que se sentía cómoda cuando estaba con Verónica por la forma en la que reía y decía cosas que nos hacían reír a todos.

Me encontré mirándola fijamente mirando su forma de comer y no pude evitar sonreír cuando me sacó la lengua.

Me gustaba pensar que también se sentía mucho más cómoda conmigo de lo que se sentía antes, que me estaba comenzando a considerar su amigo y no solo la persona que le estaba ayudando con el baile.

Nos despedimos de Verónica y su novio porque iban a ver una película al cine, mientras que nosotros aun teníamos que ir a su casa para las clases de baile.

Estábamos caminando entre medio de todos los locales de comida y me detuve para mirar mi celular.

Fernanda dejó de caminar en cuanto se dio cuenta de que me había detenido y caminó hasta mí levantando una ceja.

— Aun es temprano – Le dije — ¿Quieres ir a comer un helado?

Ella me miró sonriendo, sus ojos cafés iluminándose  – Mmm… ¿Es una pregunta capciosa?

A ella le encantaban los helados. Me reí y ella tiró de mi mano hasta que estuvimos parados esperando en la fila para que nos atendieran.

Ella pidió uno de frutilla y vainilla y yo solo fui por uno de chocolate con menta. Nos sentamos en unas sillas con quitasol y ella comenzó a comer su helado como si no hubiera mañana. Me quede mirándola y ella se dio cuenta.

— ¿Qué? – Preguntó sonrojándose.

— Tienes algo – Le dije.

— ¿Dónde?

 — Allí – apunte mi dedo hacia su nariz y ella se limpió con una servilleta.

— ¿Ya?

Negué con la cabeza y me incliné hacia ella. Lucía perdida mientras me miraba y apreté mis labios para evitar reírme.

— Aquí – incliné mi helado hasta que chocó con su nariz dejándola toda embarrada de chocolate y rápidamente me senté esperando su reacción. Ella solo se quedo allí mirándome como si estuviera en shock.

— Vas a pagar por esto – Ella se veía tan graciosa con su nariz llena de helado de chocolate, a la vez que sus ojos grises me lanzaban dagas.

— ¿Ah, sí? ¿Qué vas a hacer? No creo que vayas a desperdiciar tú helado en mí – respondí burlonamente.

— Tienes suerte de que esté enamorada de este helado — Ella me estrechó sus ojos y me arrojó la servilleta que había utilizado para limpiarse. Lo alcancé a agarrar y al parecer eso la hizo enfurecer aun más.

Me estrechó nuevamente sus ojos y me apuntó con su dedo – Se dónde vives, Alexander Narea.

Me reí y ella sonrió en respuesta. Fernanda había visitado mi casa en una par de ocasiones porque mi mamá quería saber con quién pasaba casi la mitad de mi tiempo. Le había contado lo de las clases de baile y que estaba recibiendo un dinero en cambio. Las veces que Fernanda había ido a cenar, habían estado todos mis hermanos, incluso los mayores y había tanto ruido que me avergoncé de que ella viera el caos que era mi familia. Pero cada vez que la miraba ella estaba sonriendo o riéndose de alguna tontera que había dicho Tomas o de la forma en la que todos intentaban contarle a mamá como había sido su día.

Al principio estuve nervioso porque sabía que ella era tímida con las personas que no conocía, pero conversó con todos y respondió a algunas preguntas que le hizo mi mamá. A todos le agradó Fernanda y mi mamá me preguntó cuando la iba a invitar de nuevo para comer.

Llegamos a su casa alrededor de las 4 pm y al parecer no había nadie porque Fernanda tuvo que abrir con su propia llave. Entramos y realmente fue algo celestial. Yo podría estar aquí para siempre. En serio, el silencio que nos recibió fue simplemente glorioso.

Aquí podía escuchar mis pensamientos y hablar sin tener que gritar para ser escuchado, sin mencionar que podía caminar sin tener cuidado de pisar algún juguete de Tomas o la patineta de Pablo.

— ¿Qué vamos a hacer hoy?

Fernanda fue hasta la cocina para traernos unas botellas de agua y se recostó en el sillón.

Dejé mi mochila a un lado en el suelo y me senté al lado de ella — Creo que vamos a aprender algunos pasos de salsa.

Se atragantó con el agua que había estado bebiendo — ¿Salsa? No creo que esté lista para eso aun.

— Claro que si – me incliné y limpié con mi pulgar un lado de su labio que brillaba con agua– Son bastantes simples y estoy seguro de que los manejaras más rápido de lo que terminaste tu helado.

Agarró el cojín que estaba de su lado y me pegó en el brazo – Tonto.

Me reí y me puse de pie haciéndole gestos para que se pusiera enfrente de mí.

— Primero vamos a ver los pasos sin música.

Asintió y comencé a hacer los pasos base. Ella me siguió fácilmente moviendo sus pies hacia adelante y luego hacia un lado, pero cuando comencé a mover las caderas para que hiciera lo mismo, me di cuenta de que se puso rígida y no hizo los pasos bien.

— Vamos, no seas tímida conmigo. Soy solo yo ¿recuerdas?

Asintió nerviosamente y luego la vi tomar respiraciones profundas que hacían que elevara su pecho y cerró sus ojos unos segundos.

Cuando los volvió a abrir y comenzó a moverse, creo que hubo una buena posibilidad de que hubiera babeado un poco. Sus caderas se movían expertamente como si lo hubieran hecho millones de veces y ni una sola vez su paso titubeó.

— ¿Y bien?

— ¿Ah?

Se rió de mí, sus manos puestas en sus caderas– ¿Que hacemos después?

— Ah – Me recuperé rápidamente de mi aturdimiento y seguí añadiendo nuevos pasos, los que ella pudo dominar rápidamente y pronto estuvimos todos cansados tirados en los sillones.

— Ayer vi a Marco.

Sus palabras me sorprendieron y giré mi cabeza en su dirección. Ambos estábamos acostados totalmente en los sillones, uno frente al otro. Miré su perfil mientras ella giraba su cabeza y se quedaba mirando el techo.

— Caminamos juntos desde el colegio,  dijo que había extrañado hablar conmigo y caminar a casa juntos.

Me miró entonces, pero di vuelta mi cabeza de modo que estaba mirando el techo esta vez.

— ¿Qué crees que significa?

Que el idiota sabía que ella había comenzado a tomar clases de baile. Ayer no había podido ir a clases porque tuve que llevar a Tomas a urgencias ya que se había tragado una moneda pequeña y me quede casi todo el día con el después esperando a que llegara mamá, por lo tanto no pudimos tener las clases de baile y Fernanda se había venido caminando a casa junto con Marco. Alguien del grupo se enteró de que ella estaba tomando clases de baile y se lo había contado. No sabía qué hacer con esa información.

— Que él sería un idiota si no se diera cuenta de lo maravillosa que eres.

Sorpresa brilló en sus ojos cuando giré mi cabeza en su dirección. Rápidamente quitó sus ojos de los míos. No quise hacerla sentir incomoda, pero era lo que pensaba.

— Me gustaría que confiaras más en ti misma.

Ella suspiró – Yo también, pero créeme, antes era mucho peor, ni siquiera podía responderles a mis profesores cuando me preguntaban algo, no hablaba con nadie y sentía ganas de vomitar cada vez que alguien se acercaba a hablar conmigo. No creo que haya tenido una amiga hasta que Verónica se acercó a mí.

Ella se detuvo y yo solo me quedé mirando su perfil. Sus rasgos eran tan delicados, su nariz era pequeña y respingada. Sus labios estaban ligeramente abiertos y me pregunté si eran de ese color rosado natural.

— A veces pienso que si mamá estuviera a mi lado yo sería diferente – susurró – Supongo que nunca podré saberlo ¿verdad?

Fernanda jamás me había hablado sobre su madre y yo no había querido preguntarle por miedo a decir algo equivocado.

— ¿Qué pasó con ella?

Pasaron unos segundos y vi sus hombros moverse como si se estuviera encogiendo – Realmente no lo sé. Recuerdo haberle preguntado a mi papá hace un tiempo, pero me di cuenta de que le hacía daño hablar de ella, así que no volví a preguntarle. Lo único que sé es que ella era muy joven cuando se casó con mi papá, solo tenía 19 años cuando yo llegué y mi hermano ya tenía casi dos años. Supongo que ser tan joven y tener que cuidar de dos niños, una casa y un esposo fue demasiado para ella, así que se fue.

Me miró entonces y vi sus ojos brillando con lágrimas no derramadas. Sin siquiera pensarlo me levanté del sillón y me fui al suyo haciendo que ella se acomodará en una posición sentada.

— Ella se perdió una gran hija.

Me dio una sonrisa triste en respuesta a mis palabras y esta vez las lágrimas bajaron silenciosamente por su rostro. Iba a quitarlas con mis dedos, pero ella se limpio rápidamente con las mangas de su camisa y se paró intentando sonreír.

— Gracias. ¿Quieres comer algo? Hice lasaña ayer y quedó un poco.

Me levanté de un salto al escuchar la palabra lasaña – Me encantaría.

Una vez que estuvimos ambos con un plato lleno de lasaña nos sentamos en el sillón y alcancé el control para prender la televisión.

Un jadeo de emoción salió disparado desde la garganta de Fernanda y la miré brevemente antes de mirar a la pantalla. Estaban dando su serie preferida, esa de los vampiros. No entendía su fascinación, pero no dije nada y simplemente comencé a comer.

- Entonces, ¿Por qué…

- ¡Shhh! Haz silencio. Es un capitulo estreno. Me voy a perder si me lo salto y no sé cuándo van a volver a darlo.

Me reí un poco fuerte y me golpeo con su puño en mi brazo. Fingí dolor exageradamente, pero ella ni siquiera movió una pestaña.

- Podría estar acabándose el mundo y no te darías cuenta ¿Verdad?

Solo se rió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

#2.5 ¿Solo un beso?

#2.5 ¿Solo un beso?