domingo, 19 de julio de 2015
Capitulo 9 - Sebastian - #2.5 ¿Solo un beso?
Un Buen Saludo
— Deja de sonreír así – Se queja Romina al otro lado de la oficina frunciendo el ceño – Me estas asustando.
Lo intento. De verdad que lo hago, pero simplemente no puedo dejar de sonreír como un idiota. El recodar todos estos días con Rose, viéndola reír, haciéndola reír, conociendo mas sobre ella, pudiendo llegar a tomar su mano...
Casi no importó que no pudiera besarla. Casi.
De alguna manera comprobó lo que pensaba. Aunque somos diferentes, aunque ella sea una estudiante sobresaliente y yo solo un tipo que está contento solo con aprobar los ramos, funcionamos juntos.
Ella tiene esta cosa de dejar salir lo mejor de mí, soy la mejor versión de mi mismo cuando estamos juntos y nunca nada se había sentido tan correcto.
El solo hecho de recordar cuando estuvimos en la cima de la ruleta rusa, de sus ojos asustados, pero también llenos de confianza. Confianza en mí. Me hace sentir como si al menos he hecho algo bien en mi vida.
La forma en la que me miró luego de finalmente perder el miedo, como sus ojos se iluminaron con la luz del sol cuando se dio cuenta de que yo la miraba a ella y no a la vista de toda la playa...
Mi sonrisa vuelve a aparecer y no sé cómo hacer para que se vaya.
Sé que tengo que ponerme serio y ponerme a trabajar. Aun estamos un poco ocupados con algunos documentos y no saldremos hasta que terminemos. Y quiero acabar con todo hoy de forma de que pueda escaparme a ver a Julieta. Ella se fue ayer con sus padres y sé que no es mucho tiempo, pero realmente necesito verla. Ahora que no está cerca me pongo a pensar que tal vez he imaginado todo.
¿Realmente estoy sintiendo estas cosas por alguien a quien he visto 5 días a la semana por casi diez años y por la que jamás sentí nada?
Es todo demasiado extraño.
— Así que, ¿Debo suponer que las cosas con esta chica Julieta finalmente están bien?
Dejo de sonreír para fruncirle el ceño. Me giro en mi silla de manera que pueda afrontar a Romina y levanto una ceja — ¿Ella te dijo su nombre?
Eso no tiene sentido. Sé que ella se presenta como Julie cada vez que conoce a alguien nuevo, lo que es tonto si me preguntan porque no hay nada malo con su nombre, de hecho todo lo contrario.
Una extraña mirada pasa por el rostro de Romina. Sus labios se aprietan como si quisiera impedirse a sí misma reír. Estrecho mis ojos en ella sabiendo que hay algo que no me está diciendo.
— En realidad – Ella dice y luego muerde el borde de su labio inferior luciendo indecisa – Quien me lo dijo... fuiste tú.
¿Qué? ¿Cuándo?
— No lo hice.
Yo recordaría si hubiera mencionado su nombre. Y sé que no lo hice. Aunque Romina intentó sonsacarme información por todos los medios que pudo.
— Oh, pero lo hiciste.
— Estás loca – Declaro dándome la vuelta nuevamente hacia mi lugar.
— Lo susurraste cuando estabas enfermo.
Mis ojos parpadean y de inmediato me paro de mi asiento, casi volando hacia el suyo — ¿De qué demonios estas hablando?
Ella está claramente divertida con esto – De que tomaste su mano y le pediste que no se fuera cuando llegamos a tu habitación.
Bueno, eso es...
Un poco vergonzoso.
¿Por qué Julieta no lo comentó?
Estoy bastante seguro de que si hubiera sido alguien más, no hubiera podido esperar el momento para decírmelo y así hacerme sentir incomodo. O de hacerme saber quien tiene la ventaja.
Me quedo allí sin saber qué hacer. No le respondo nada a Romina. No sé cómo sentirme justo ahora. Solo que no estoy seguro de que podré seguir con esta cosa de "amigos" cuando vuelva a verla. Porque justo ahora lo único que quiero hacer es verla, abrazarla contra mí y besar sus labios hasta que pierda el aliento.
No algo que un amigo haría. Estoy seguro.
Camino lentamente hacia mi escritorio y me siento.
Intento sacarme este sentimiento de ansiedad que de pronto se apoderó de mí y sacudo mi cabeza. Tengo que hacer esto bien si quiero ver a Julieta mañana.
Estiro mis brazos hacia el frente — Bueno, será mejor que comencemos con esto ahora — Hago sonar mis nudillos y Romina hace una mueca. Ella seguramente no sabe lo bien que me hace sentir estar cerca de ella. No voy a decírselo porque así no es como somos nosotros. Pero espero que ella pueda ser capaz de sentir lo mucho que agradezco que me esté ayudando con esto porque sé que nunca hubiera podido hacerlo solo.
— Dios, no hagas eso. Me pone nerviosa – Se estremece y se levanta para alcanzar unos post-it de mi escritorio porque ella los pone a cada cosa que siempre está robando los míos.
— ¿Qué cosa? — Lo hago otra vez y ella me golpea en la cabeza haciéndome arrepentir de haberlo hecho cuando estaba tan cerca de mí.
Coloco mi mano en donde me acaba de golpear y me quejo— Eh, cuidado con el maltrato familiar.
Hace rodar sus ojos y me río.
Si, así es como la familia debería ser.
***
Paso casi dos horas conduciendo de regreso a la ciudad y en lo único que puedo pensar en todo el camino es en como reaccionaré cuando vea a Julieta. Me está consumiendo. No puedo dejar de pensar en ella y no sé si eso es normal o no.
Cuando finalmente llego ni siquiera pierdo el tiempo en ir a mi casa a cambiarme de ropa. De todas formas estoy casi seguro de que mi padre estará allí y no quiero que eche a perder mi estado de ánimo.
Estaciono a un lado de casa de Julieta y me bajo.
Su mamá abre la puerta y me sonríe con complicidad — Ella aun se está arreglando. Puedes pasar si quieres.
Creo que mis manos acaban de empezar a sudar.
Le agradezco y entro lentamente. Me hace un gesto para que me sienta y lo hago. Seria de mala educación quedarme parado en su lugar.
Estoy empezando a sentirme un poco nervioso por no saber qué hablar con su mamá y cuando estoy a punto de abrir la boca para intentar decir algo, escucho un estruendo y veo a Julieta bajar tan rápido las escaleras que ni siquiera me ve sentado allí.
Mis labios se estiran en una sonrisa cuando ella se detiene de golpe al final de las escaleras, su respiración agitada, su bolso casi cayendo de su brazo.
— Hola — Le digo cuando finalmente se fija en mi.
Sus mejillas enrojecen inmediatamente — Um, hola.
Evita mi mirada mientras besa la mejilla de su mamá y le dice que llegará temprano. Ella le sonríe y nos acompaña hacia la puerta.
— Adiós chicos.
Le abro la puerta del pasajero a Julieta y rápidamente me doy la vuelta para subirme al lado del conductor. Ella no dice mucho y yo tampoco. Casi no quise notarlo, pero no pude evitar observar cómo está vestida. Sobre todo porque se ve hermosa con esos jeans apretados y esa blusa blanca que resalta el color de sus ojos. Tengo que obligarme a mí mismo a no mirarla demasiado porque ya es suficientemente difícil así como está.
Sin embargo mis ojos vagan de vez en cuando hacia ella. Su cabello está suelto otra vez. Me pregunto si solo lo usa así cuando no va al colegio. Se ve tan suave que me dan ganas de pasar mis dedos sobre ellos para descubrir si es tan suave como parece.
Casi no me doy cuenta cuando llegamos al local al que acordamos que vendríamos. Estuve tan concentrado en hacer que mis manos se mantuvieran quietas sobre el volante que conduje casi en piloto automático.
Me doy una sacudida mental y entonces es cuando siento los ojos de Julieta en mí. Me giro para verla y ella aparta su mirada rápidamente. Dos manchas color carmesí adornando sus mejillas.
¿Me estuvo mirando todo este tiempo? ¿Por qué demonios no me di cuenta antes?
El solo pensamiento de eso hace que mis labios se curven en una sonrisa involuntaria. Ella se gira nuevamente hacia mí cuando se da cuenta de que la estoy mirando fijamente y en el momento en el que nuestros ojos se encuentran el tiempo parece detenerse.
Sus ojos son tan hermosos. Tan grandes y expresivos. Sé lo que quiere sin que sea necesario que diga las palabras. En el momento en que esa realización cae sobre mí el aire parece crepitar entre nosotros.
Me inclino hacia ella, mis labios primero, y me sorprendo cuando ella me alcanza a medio camino. No puedo evitar cerrar mis ojos con el sentimiento que surge dentro de mí. Profundizo el beso perdiéndome en la sensación de sus suaves labios, mi cuerpo gritándome que nunca la deje ir, pero en el momento en que me inclino más hacia ella, Julieta deja salir un suspiro que cala dentro de mi alma y mi mente parece recuperarse del hechizo en el que había caído.
Me alejo intentando calmar mi respiración, pero siendo incapaz de reunirme con su mirada. Todo mi cuerpo está hormigueando con la energía residual de nuestro beso. Pero tengo que sobreponerme a esto. Me bajo rápidamente del auto yendo hacia su lado para abrir su puerta, pero ella se baja antes de que pueda hacerlo.
Camina hasta ponerse a mi lado, y puedo sentir sus ojos cavando un agujero en mi cabeza, pero prefiero concentrarme en cualquier cosa que en su mirada.
— ¿Qué fue eso?
Sus palabras me golpean duro. ¿Cómo podría explicarle cuando ni yo mismo sé con seguridad lo que acaba de pasar?
— ¿Un saludo? — En el momento en el que las palabras salen de mi boca me siento como un idiota. Pero no hay forma de retroceder ahora. Ya lo arruiné. Mi nerviosismo sacó lo mejor de mí. Ella debería haberme golpeado por lo que dije. Y el hecho de que no lo haga solo me hace sentir peor.
Cada parte de mi quiere alargar los brazos y atraerla hacia mi nuevamente, pero creo que ya hice suficiente hoy. Tomo su mano en la mía, casi como un impulso y me congelo por un segundo cuando me doy cuenta de lo que hice, casi conteniendo el aliento y esperando a que quite su mano. Pero cuando pasan unos segundos y no se aleja dejo salir un suspiro aliviado.
Abro la puerta con la otra mano y espero a que ella entre antes de hacerlo yo mismo. La música del lugar nos rodea en cuanto cierro la puerta. Las personas conversan por encima del ruido y ríen sin ninguna preocupación en el mundo, mientras que yo me siento cada vez más en el borde.
Antes de que nos sentemos en la mesa, Julieta se disculpa evitando mi mirada y se dirige al baño. La veo caminar hacia allí, mis ojos siguiendo cada paso, sus caderas balanceándose ligeramente y estoy seguro de que ni siquiera se da cuenta de que lo hace.
Se detiene un segundo frente a la puerta, duda y luego mira hacia ambos lados antes de deslizarse dentro juntando la puerta detrás de ella.
Me quedo un segundo allí parado mirando hacia la puerta. Luego me siento, y segundos después, incapaz de permanecer sentado por más tiempo, me levanto y camino en círculos un par de veces. Mis manos van hacia mi cabeza. No puedo soportarlo más.
Tengo que disculparme con ella por lo que dije. Tengo que hacerlo. Camino con paso decidido hacia el baño de chicas. Hay un papel en la puerta, pero ni siquiera me detengo un segundo para ver lo que dice. Me aseguro de que nadie me está mirando y abro la puerta.
En el momento en el que entro Julieta se gira a mirarme con un tono asustado.
— ¿Qué estas haciendo? — Me susurra, sus palabras perdiéndose con el ruido de afuera hasta que cierro la puerta detrás de mí alejando a todo.
Ella está parada delante de los lavamanos, dos versiones de sí misma me devuelven la mirada. La Julieta real y la de los espejos.
Y lo que quería decirle se esfuma con la visión de sus ojos tristes. No puedo soportar verla así, cuando hace apenas unos segundos sus ojos brillaban hacia mí. Yo le hice esto y tengo que arreglarlo.
Doy un paso hacia ella y la miro fijamente— Continuando con lo que dejamos en el auto.
Mis palabras suenan roncas para mí, pero no pienso en ello. Simplemente avanzo hacia ella con paso decidido, pero lentamente. Si ella no quiero esto, entonces le daré el tiempo suficiente para gritarme y luego irse, pero ella se queda allí. Solo mirándome. Sus ojos se hacen más grandes a medida que me acerco. Cuando estoy lo suficientemente cerca pongo mis manos en su cintura y rápidamente la levanto para que esté sentada en el mostrador. Su rostro está por encima del mío y jamás tuve una vista mejor. Suavemente paso mi pulgar sobre su labio inferior, delineándolo, sabiendo exactamente cuan suave es.
Levanto la cabeza hacia ella y rozo sus labios con los míos en un breve, pero intenso beso. Quiero besarla hasta que ambos estemos sin respiración. Pero me obligo a detenerme esperando a que esto sea lo que ella quiere. Mi corazón se detiene un segundo cuando todo lo que ella hace es mirarme fijamente, pero vuelve a golpetear cuando alarga sus brazos y los enreda en mi cuello para acercarme más a ella. Sin esperar más tiempo sus labios se presionan sobre los míos. Sus brazos se aprietan aun mas sobre mi acercándome tanto que de seguro quedará una línea sobre mi estomago de la esquina del mostrador, pero no me importa.
Nada importa ahora.
Me encanta que quiera tenerme aun más cerca. Su boca se mueve con desesperación sobre los míos, como si hubiera extrañado esto casi como yo, el calor se enrolla dentro de mí y sé que es el momento de ralentizar las cosas antes de que realmente pierda el control. Disminuimos el ritmo hasta que finalmente nos separamos. Mi pecho moviéndose sin parar para intentar recuperar el aliento.
Apoyo mi frente sobre la suya y la veo sonreír por el rabillo del ojo.
— Ese si fue un buen saludo.
Su palabras suenan casi sin aliento y sonrió por lo bien que se siente que sea por mí.
— No — Corrijo sabiendo que esto fue más. Mucho más — Ese fue un maldito buen saludo.
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