domingo, 26 de julio de 2015
Capitulo 10 - Sebastian - #2.5 ¿Solo un beso?
Adiós Julieta
El local en el que estamos es una especie de local de comida, combinado con un bar y un lugar para jugar billar. Por lo que no es de extrañar que esté lleno, repleto de chicos ruidosos y de chicas animándolos.
Una vez que salimos del baño. Ella primero y yo unos minutos después. Me sentí aliviado de que nadie se diera cuenta de que estábamos juntos en el baño. De chicas.
Sip, algo que contar a los nietos.
... O tal vez no.
Camino de vuelta hacia nuestra mesa y veo a Julieta que viene caminando desde el otro lado del local. Una sonrisa en su rostro. ¿Mencioné antes que amo su sonrisa? Más aun cuando sé que yo la puse allí.
— ¿Qué pasa? — Le pregunto en cuanto nos acercamos.
Se encoge de hombros y señala hacia atrás de ella con la mano— Estaba hablando con unas chicas del colegio que están en la mesa del fondo.
Miro hacia allí, pero nadie está mirando en nuestra dirección.
— ¡Sebastián!
Me giro en el momento exacto en que Sergio y Miguel entran por la puerta del local.
— ¿En dónde te habías metido? — Pregunta Miguel con una sonrisa — Fuimos a una fiesta en casa de Amanda y fue... espectacular amigo.
— Estoy seguro de que si — Murmuro no queriendo que Julieta escuche nada de lo que diga Miguel. Puede decir idioteces a veces — Así que ¿Qué hacen acá?
— A un partido de Pool, ¿Te nos unes?
¿Qué si prefiero jugar pool con los chicos que veo siempre o quedarme con Rose ahora que todo parece ir bien? ¿En serio?
— Está bien, voy a ir a hablar con las chicas.
Julieta habla lo suficientemente bajo como para que solo yo pueda escuchar y no me gusta que sienta que debemos escondernos o algo así. Si fuera por mí ya les habría anunciado a todos que estamos juntos, pero supongo que primero debemos hablar sobre eso.
— ¿Estas segura?
La miro asegurándome de que esto es lo que quiere y ella me sonríe animadamente. Les dice adiós a Sergio y Miguel con la mano y entonces desaparece al otro lado del local.
Camino con los chicos hacia las mesas y en cuanto llegamos allí me doy cuenta de que están casi en la misma sección en la que están Julieta y esas chicas, y sé que no hay ninguna maldita oportunidad de que pueda ganar con ella distrayéndome así.
Después de un rato de jugar un par de tiros y de tener un ojo en ella al mismo tiempo, la veo hacer su camino hasta el baño. Detengo lo que les estoy diciendo a los chicos para darme la vuelta y guiñarle un ojo recibiendo una pequeña sonrisa en respuesta por parte de ella.
Después de unos segundos me recompongo lo suficiente como para darme la vuelta nuevamente y poner una expresión seria. Estoy jugando contra Miguel mientras que Sergio está por alrededor viéndonos jugar. Él y Miguel apostaron a que cualquiera de los dos podría ganarme hoy. Lo que podría o no ser verdad. Mi mente aun está reproduciendo lo que pasó en el auto y luego en el baño. Solo el pensamiento de sus labios contra los míos me consume.
Si, definitivamente no voy a ganar.
Suelo ser un poco competitivo en este tipo de cosas, pero por primera vez no me importa si gano o no. Eso hasta que Sergio abre su enorme boca.
— Amigo, esta chica sí que te tiene mal. Tal vez solo tienes verificar a Julie para que pongas de una vez tu cabeza en el juego.
Lo ignoro, pero Miguel detiene el movimiento de su palo, lo pone en el suelo y me mira ceñudo.
— ¿Estas saliendo con Julie?
Por supuesto que ellos no pensaron que Julieta y yo estábamos juntos cuando ellos legaron. Estoy bastante seguro de que solo pensaron que solo estábamos allí al mismo tiempo. Por casualidad. El que ella esté interesada en un tipo como yo de seguro no se les pasó por la mente y no sé sin sentirme insultado o enojado por ello.
Levanto una ceja — No es tu problema.
Miguel es un amigo, pero en estos momentos me importa muy poco lo que piense sobre Rose y yo juntos.
— Tranquilo hermano, está bien — Se detiene y entonces sonríe — Aunque te aconsejo que no te quedes con ella por mucho tiempo. Puede volverse bastante pegajosa.
Mi cuerpo entero se tensa y aprieto la mandíbula. No puedo creer todas las estupideces que acaba de escupir— ¿De qué demonios estás hablando?
Sergio está mirando de mí a Miguel con nerviosismo intentando hablar de otra cosa para hacer que cambiemos de tema, pero maldita sea si dejo pasar esto por alto.
Miguel se encoge de hombros — Salí con ella.
Dejo mi palo apoyado en la mesa y camino hacia él con todos mis músculos tensos. Siento mi sangre hervir y fijo mi mirada en él.
— ¿Cuándo?
Lo piensa por un minuto, ni siquiera dándose cuenta de que estoy a segundos de perder la cabeza.
— En algún momento del primer año, no estoy seguro. Como dije ella se puso un poco pegajosa así que me deshice de ella y comencé a salir con esta chica caliente de segundo.
Mi respiración se vuelve pesada — ¿Te deshiciste de ella? — Casi gruño.
— Si hombre, quiero decir, ella era linda pero habían chicas mucho más calientes, no fue mi culpa que ella pensara que íbamos a estar juntos para siempre o algo así cuando fue solo un poco de diversión hasta que apareció alguien mucho mejor.
Eso es todo. Ni siquiera pasan dos segundos hasta que mi puño conecta con su mandíbula tan fuerte que va a dar contra la mesa del otro lado. Mis nudillos arden de inmediato, pero lo ignoro mientras respiro agitadamente. Miguel me mira conmocionado como si no lo hubiera visto venir en lo absoluto.
— ¡No vuelvas a hablar así de ella! ¡¿Me oíste?! — Gruño apretando la mandíbula. No puedo creer lo que le hizo este imbécil y que ahora se esté jactando de eso como si fuera algo de lo que está orgulloso. No puedo creer que haya hablado así de Rose.
— ¡¿Estas loco?! — Grita desde el suelo con una mano sobre su mandíbula que ya esta hinchada por el golpe — No nos hemos visto en semanas ¿Y ahora me golpeas? ¡Como si tú no hubieras hecho lo mismo con otras chicas!
Voy a golpearlo otra vez cuando sus palabras se registran en mi cabeza. Él tiene razón. Teresa es un ejemplo perfecto de eso. Ni siquiera he hablado con ella después de la fiesta de fin de año. Solo supuse que todo había acabado y lo deje así. Solo habíamos salido por unos días, pero aun así... Ni siquiera le había dado un segundo pensamiento después de que se había ido enojada de la cocina.
Solo soy un idiota y Julieta lo supo desde un principio.
Un dolor profundo se arrastra hasta mi pecho y mis manos se aprietan en puño cuando siento una pequeña y delicada mano encima de mi hombro. Cierro mis ojos sabiendo que es ella. Amando su contacto, pero sabiendo que no lo merezco justo ahora. Lo que Miguel dijo...
Me acerco una vez más con la intención de golpearlo hasta que me esté rogando que me detenga, pero esta vez Sergio se pone delante de mí agarrando mis brazos para evitar que vaya contra él otra vez.
Me suelto de su agarre y tomo mi chaqueta del taburete donde lo había dejado, y salgo de allí sabiendo que si me quedo durante más tiempo ya no seré capaz de refrenarme a mí mismo.
Me detengo cuando llego a la puerta del conductor de mi auto y golpeo la parte de arriba con mi puño haciendo que haga una mueca por el ardor. Sostengo mi frente contra la fría ventana esperando a que mi temperamento se calme lo suficiente como para manejar y es entonces cuando escucho unos pasos en mi dirección y espero jodidamente que no sea Miguel por qué no podría siquiera estar en el mismo lugar que él en estos momentos.
— ¿Estas bien?
Dios, Rose.
Mi pecho se aprieta con solo oír su voz.
Pensé que estaría disgustada conmigo, que me gritaría por hacer algo así en nuestra primera cita devuelta en la ciudad. Aunque no era una cita oficial. Es lo que haría cualquier chica, pero ella solo parece preocupada por mí. Lo que solo lo hace peor.
No puedo hacerle esto a ella. No puedo hacerla participe de toda esta rabia que siento por dentro. Que la haga pasar por estas cosas que definitivamente están mal. Ella tenía razón. Ella siempre tuvo razón. Somos demasiado diferentes.
Sin ninguna palabra entro al auto y desbloqueo la puerta del pasajero para que entre. Ella ni siquiera lo duda y se desliza dentro rápidamente.
Miro fijamente la carretera mientras conduzco, el único pensamiento dentro de mi cabeza ahora mismo es llevar a Julieta a su casa. Me detengo cuando estamos en frente y espero a que ella se baje.
— Yo... ¿Aun vamos a salir mañana?
Su voz es pequeña y me pregunto en que está pensando en estos momentos. Si tal vez está asustada de mí. Me gustaría poder bajarme e ir acompañarla hasta su puerta, pero apenas y puedo mirarla. Así que todo lo que hago es asentir, aunque no estoy seguro de nada en este momento. Pensé que está noche terminaría de una forma completamente diferente. Pensé que después de lo que había pasado en el baño, nosotros finalmente estaríamos bien.
Pero en vez de eso...
Espero hasta que ella está en la puerta de su casa antes de salir acelerando tanto como puedo.
Una vez que estoy lejos de allí, me detengo un momento cuando todo lo que veo se está volviendo borroso.
No puedo hacer esto. Me prometí a mi mismo que nunca volvería a actuar de esa forma y golpear a alguien, y ahora lo hice de todas formas.
¡Maldición! Golpeo el manubrio con ambas manos. El ruido haciendo eco en el interior del auto. Miguel tiene razón, no soy mejor que él.
Enciendo el auto nuevamente, mientras mi mente esté concentrada en la carretera no voy a tener que lidiar con todo lo que está pasando en mi cabeza en estos momentos.
Conduzco por horas sin ningún rumbo en particular. No pretendía alejarme tanto, pero cuando por fin me doy cuenta de que he conducido por casi 3 horas, me detengo sin tener idea de donde me encuentro. Todo está muy oscuro y las pocas luces de los autos que pasan por acá no ayudan de mucho. Todo está rodeado de grandes árboles que se mueven con el viento y estoy casi seguro de que jamás he estado aquí antes. Mis ojos se sienten demasiado cansados como para volver en este momento así que me recuesto en el asiento y ni siquiera me doy cuenta cuando finalmente el sueño me vence.
Cuando despierto con el sol golpeando mi rostro, restriego mis ojos y me siento más derecho, todo mi cuerpo doliendo por haberme quedado dormido en un maldito auto. Estoy un poco desorientado al principio, sin saber cómo llegué hasta aquí hasta que todo vuelve de golpe:
Haber besado a Julieta cuando se suponía que no debía hacerlo. Miguel diciendo esas cosas sobre ella. Yo golpeándolo...
Gimo echando mi cabeza hacia atrás.
Me toma más de 4 horas volver con todo el transito y al principio no sé si voy a ir a mi casa u otro lugar, pero de alguna manera termino deteniéndome en la entrada de casa de Julieta.
Me quedo unos minutos dentro del auto pensando en lo que voy a hacer. ¿Cómo voy a mirarla a los ojos después de lo que hice? ¿Después de golpear a alguien cuando me había prometido no volver a hacerlo? ¿Cómo voy a decirle que ella había tenido razón todo este tiempo, que somos demasiado diferentes?
Me bajo del auto sabiendo que se suponía que iba a venir a buscarla temprano, y que sin embargo estoy llegando casi al atardecer. El sol golpea mi espalda mientras se esconde detrás de las montañas y toco el timbre de la puerta. Ésta se abre casi de inmediato, pero me quedo mirando el suelo sabiendo que es ella incluso sin tener que mirarla. El calor de su cuerpo y su presencia son tan familiares ahora que podría sentirla incluso con los ojos cerrados.
— ¿Sebastián?
Al sonido de mi nombre en sus labios mi cabeza se levanta por instinto, pero en cuanto sus cálidos ojos marrones se reúnen con los míos, aparto la mirada avergonzado y me fijo en un punto encima de su hombro.
— Siento no haber llamado, algo sucedió.
Mi voz se siente rasposa y sé que debería decir algo mas, explicar porque no pude venir a buscarla, pero no puedo. Pasan unos segundos antes de que diga algo.
— Está bien — Susurra, luego silencio. Pongo una mano en el marco de la puerta inconscientemente para apoyarme. Tengo que hacer esto. La miro, sin verla en realidad y obligo a las palabras a salir de mi boca. Cada palabra rasgando algo dentro de mí.
— Solo vine para decirte que tenías razón.
— ¿Sobre qué? — Pregunta suavemente.
Trago saliva y mi mandíbula se endurece cuando las palabras salen de mi— Es mejor que nos olvidemos de esto, ser amigos fue una mala idea. Tenías razón desde el principio y no debí seguir presionándote.
— ¿Qué? No Sebastián, yo...
La corto antes de que diga algo que me haga retroceder sobre esto.
— No, está bien. Solo vamos a ser como si esto jamás hubiera pasado y todo estará bien.
Espero a que diga algo, en el fondo esperando egoístamente a que me convenza de lo contrario, pero no dice nada, así que miro nuevamente hacia el suelo para poder despedirme de ella.
— Adiós Julieta.
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