Solo quería que dejara de hablar.
Solo eso. Sus palabras se sintieron como mil patadas en mi estomago. No debería importarme. Sé que no debería. Ella apenas me conocía. Pero estaba demasiado cerca de la verdad. Un segundo yo estaba sorprendido de que ella siquiera estuviera hablándome y al siguiente todo dentro de mí se tensa.
Me muevo tan rápido que estoy seguro de que ella no lo ve venir. Sus ojos oscuros se amplían de tamaño cuando tomo ambas muñecas con mis manos y las inmovilizo entre nosotros. La ira arde dentro de mí, pero hay otros sentimientos que no quiero reconocer, sentimientos que son extraños para mí y que hacen que mi corazón lata frenéticamente al estar tan cerca de ella.
— ¿Vas a golpearme? — Me pregunta intentando sonar fuerte pero no lográndolo del todo. Puedo sentir como su pecho sube y baja rápidamente — Porque eso solo corrobora mi suposición.
No sé lo que queria hacer, pero ahora que ella esta aqui tan cerca, hay un solo pensamiento en mi cabeza. Me acerco aun mas, su cabello huele bien, como el más suave aroma a naranjas. Sus ojos empiezan a vagar como si estuviera pensando intensamente en algo. Pero no le doy oportunidad de seguir haciéndolo. Me inclino y la beso. Mis labios se aplastan contra los suyos sin ninguna delicadeza. Claramente ella piensa muy poco de mí si cree que alguna vez golpearía a una mujer.
Siento su lucha pero no hago nada al respecto. Solo sigo besándola, y en el momento en el que por fin me doy cuenta de que esto está verdaderamente mal en todos los sentidos ya estoy perdido.
Es demasiado tarde.
No quiero separarme de ella. Sentir sus suaves y perfectos labios presionados con los míos de alguna manera hace que mi temperamento disminuya poco a poco. Aflojo mi agarre sobre sus muñecas pero no las suelto del todo porque aun no quiero separarme de ella. Los movimientos de mis labios se hacen mucho más suaves y lentos. Sé muy dentro de mí que tengo que alejarme, claramente esto no es algo que ella quiere, pero siento tal anhelo por ella que no puedo evitar rozar sus labios una última vez antes de alejarme del todo.
Solo puedo mirarla entonces.
A sus mejillas sonrojadas y a sus largas pestañas haciendo sombras en sus delicados pómulos.
Ella tiene que saber que yo no beso a cualquiera. Sobre todo no a alguien con quien no he cruzado más de 10 palabras en todos los años que nos conocemos.
Sobre todo, jamás he besado a nadie sin su consentimiento primero.
Sus ojos están cerrados y cuando los abre pienso que va a golpearme. Debería hacerlo. Maldición, me lo merezco. Quiero que lo haga para poder empezar a disculparme por actuar como un demente.
Pero entonces me sorprende haciendo lo último que pensé que haría.
Me besa.
Ni siquiera dudo, y tal vez eso si me convierte en un idiota, pero en este momento no me importa, le devuelvo el beso como jamás lo he hecho con alguien más. Instantáneamente mis manos se posan en su cintura como si hubiera sido algo que hago cada día.
Sorprendiéndome aun más ella envuelve ambos brazos alrededor de mi cuello como si estuviera pensando lo mismo que yo y quiera estar lo más cerca posible.
Me pierdo en su sabor, su olor y su tacto.
Todo lo demás desaparece, la música, las voces de los demás, el frio granito del mueble en el que me estoy apoyando. De lo único que soy consciente es de su suave aroma que parece envolverme y del sonido de su corazón que late casi tan rápido como el mío.
No quiero separarme de ella.
Pero entonces, un fuerte sonido hace eco dentro de mi cabeza despertándome de mí sueño despierto. Doy un paso atrás y ella hace lo mismo. Nos quedamos mirando fijamente. Ambos intentando darle sentido a lo que pasó. Veo sus mejillas sonrojarse y por impulso propio mis pies dan un paso hacia adelante para intentar alcanzarla.
— Rose, yo…
Da un paso atrás y evita mi mirada — Me tengo que ir — Murmura por encima de su hombro mientras la veo correr por el pasillo hacia la sala. Me quedo mirando su cabello oscuro moverse contra su espalda hasta que desaparece de mi vista.
No es hasta que escucho la risa detrás de mí que me obligo a mi mismo a dejar de mirar y me doy la vuelta.
— Eso sí que fue inesperado.
Al parecer habíamos tenido un poco de público. Vanessa está recogiendo lo que parece ser pedazos de algo roto del suelo para luego arrojarlos a la basura.
No conozco demasiado a Vanessa, solo sé que viene a cada fiesta que doy y después divulga todo lo que ve al día siguiente.
Su fuerte no es guardarse las cosas.
Me encojo de hombros hacia ella fingiendo que no es importante. Porque así es, me recuerdo a mí mismo.
Fue un simple beso.
Una voz dentro de mi cabeza me está gritando que ese beso no tuvo nada de simple pero decido ignorarlo.
Al menos por ahora.
— Por cierto, siento lo de tu jarrón. Tenía las manos húmedas y se me resbaló.
— Esta bien — Ondeo mi mano hacia ella. Era solo un jarrón. No es como si mi padre fuera a darse cuenta de eso. No es como si se diera cuenta de nada fuera de su oficina.
— Así que… Tu y Julie ¿eh?
De acuerdo. Tal vez no conozca lo suficiente a Vanessa, pero conozco esta cara.
Es la cara de — ¡Tengo que decírselo a todo el mundo! — Que normalmente no me hubiera importado, pero tengo la sensación de que Rose no estaría muy contenta si esto se sabe y por alguna extraña razón… no quiero… molestarla.
— Escucha — Paso una mano por mi cabello e intento parecer lo suficientemente persuasivo — Preferiría que mantuviéramos esto entre nosotros por ahora. Al menos hasta que las cosas con Teresa se calmen.
— Claro — Ella me sonríe — No se lo diré a nadie.
Prácticamente echo a todos después de que Rose se va. Solo son pasadas la medianoche pero ya no tengo ganas de seguir con esto. La mayoría de los chicos están molestos, pero los ignoro. Solo quiero ir a dormir.
Pero cuando ya estoy en mi cama, no puedo obligarme a dormir. No puedo dejar de pensar y repensar en lo que pasó más temprano. Mi mente no deja de reproducir cada palabra, cada gesto, cada mirada de Julieta.
Y cuando son exactamente las 4:54 de la mañana aun no puedo quedarme dormido.
Suspiro y doy vueltas. Tal vez tomé demasiada Coca-cola.
No puedo dejar de pensar en Rose. ¿Cómo es que jamás vi cuan perfectos eran sus labios?
Me siento como Cristóbal Colon descubriendo América. ¿Así es como se sintió él, descubriendo algo que había estado allí todo el tiempo?
Su cabello había estado suelto. Casi nunca llevaba su cabello suelto en clases.
Tal vez era eso.
Tal vez solo fue que jamás la había visto así, su vestido tan suave como la seda cuando mis manos se posaron en sus caderas. Se veía diferente, más suave, más brillante, más… alcanzable.
De solo recordar la forma en la que sus labios se amoldaron a los míos, como su aliento chocaba contra mi cara, yo…
¡Basta!
Con un resoplido me levanto de la cama. No sé cuál es el problema.
¡Solo fue un maldito beso!
Julieta Rose jamás me ha dado ni la hora del día. Es como si ni siquiera existiera para ella y estaba bien con eso.
Ella era linda, pero sabía que no le interesaba y por eso permanecí lejos.
Permanezco en cama unos pocos minutos mas y cuando son exactamente las 5 de la mañana me digo que es suficiente. Me visto rápidamente con lo primero que encuentro y salgo de casa. Sé que no dormiría aunque me quedara en la cama todo el maldito día.
Solo necesito un poco de ejercicio.
Funcionó en el pasado. Si me canso lo suficiente, mi cuerpo va a estar demasiado fatigado y le ganará a mi mente que solo quiere permanecer despierto para seguir recordando cómo se sintieron sus brazos alrededor de mi cuello.
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